En ocasiones, tienes la oportunidad de leer un libro que te permite sumergirte en él hasta el punto de casi sentirlo en carne propia. Si he de citar una obra que me ha transmitido de forma sobrecogedora y magistral la soledad, la amargura, la desesperanza, la locura y el miedo, quizá el primer título que me viene a la memoria es esta obra maestra de la literatura española de los últimos años.
Julio Llamazares (León, 1955) es un periodista y escritor que ha sabido comunicar la intimidad de los pensamientos de sus personajes. En "La lluvia amarilla" (Seix Barral, 1988) las reflexiones del único personaje de la obra calan tan hondo mediante unas descripciones precisas y hermosas, que el resultado es hipnótico, en algunos momentos aterrador.
El argumento gira alrededor de Andrés, viejo pastor de Ainielle, pueblecito del Pirineo aragonés. Está ambientado a principios de los años 60 y narrado en primera persona. Andrés es el último habitante del pueblo, todos los demás se fueron o murieron. Es consciente de su soledad, de todas las desgracias que lo rodearon y de la cercanía de la muerte. Tras el suicidio de su esposa, su profunda soledad y amargura lo precipitarán hacia un callejón sin salida que acaba en su propia aniquilación, como le ha ocurrido a su pueblo, su hogar.
Leí este libro hace como 20 años, y me causó una impresión tan profunda que lo releí en varias ocasiones. La esfera poética de su relato, su entorno opresivo y sobrecogedor, me siguen fascinando cada vez que lo repaso. Una obra maestra.
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