viernes, 20 de noviembre de 2015

Distintas formas de mirar el agua - Julio Llamazares

     Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) es un escritor y periodista leonés considerado por muchos uno de los grandes narradores de las últimas décadas en nuestro país. Licenciado en derecho, abandonó la abogacía en favor de la literatura y del periodismo escrito y radiofónico, ejerciendo en Madrid, donde reside actualmente. Dos de sus primeras obras, "Luna de lobos" (1985) y "La lluvia amarilla" (1988) fueron finalistas del Premio Nacional de Literatura en la modalidad de narrativa. Uno de los géneros en los que ha destacado es la llamada literatura de viajes, en que sus obras "El río del olvido" (1990), "Trás-os-montes" (1998) y "Cuaderno del Duero" (1999) narran sus vivencias y reflexiones a lo largo de sus viajes por España.

     "Distintas formas de mirar el agua" (Alfaguara, 2015) es su última obra, aunque reengancha con una temática que ya ha trató anteriormente en obras como "La lluvia amarilla" (1988), en que pone de manifiesto, entre otras cosas, el abandono del mundo rural y de sus costumbres. La novela se centra en la reunión de tres generaciones de una misma familia tras la muerte de Domingo, el patriarca de la familia. Cincuenta años atrás tuvo que abandonar forzosamente su pueblo, Ferreras, acompañado de toda su familia, dado que la construcción de un pantano lo sumergió bajo sus aguas. Con él, Domingo perdió su referencia, y a pesar de no hablar nunca de ello y de haber trabajado duro en su nueva casa, nunca se recuperó de aquella pérdida, y decidió que a su muerte lo incineraran y echaran sus cenizas al pantano. El libro se divide en capítulos cada uno de los cuales nos muestra las reflexiones de uno de los miembros de la familia, reunidos en torno a los restos de Domingo, con un breve "espontáneo" que se cuela en el último párrafo a modo de desenlace. El pueblo natal del autor, Vegamián, citado en la obra, fue también sumergido por la construcción de un pantano en la vida real.

     Como él mismo ha indicado en alguna ocasión, Julio Llamazares tiene una clara tendencia poética en su prosa, y en este libro también la apreciamos. Una de las cosas que siempre me han sorprendido de este magnífico narrador es su capacidad de escribir reflexiones de gran profundidad a partir de historias muy simples en apariencia. En este caso, el título del libro expresa perfectamente su contenido. La forma de ver un mismo hecho varía de forma radical dependiendo de la experiencia, las circunstancias y vivencias que nos hayan tocado en suerte, como le ocurre a los diferentes miembros de la familia de Domingo. Además, toca otra cuestión para mí fascinante. Todavía hoy, recorriendo pueblos de nuestro país, encontramos familias que no se tratan con otras por rencores y rencillas que derivan de hechos que ocurrieron varias generaciones atrás, en muchos casos relacionados con la guerra civil. De alguna forma, la amargura ha sido transmitida y perpetuada a los que han venido después, a pesar de no tener nada que ver con las posibles afrentas añejas a las que se debieron. El autor muestra con maestría ese sentimiento, en este caso la herencia de la amargura de Domingo hacia sus hijos por haber tenido que dejar su pueblo, a pesar de que casi todos ellos eran demasiado jóvenes como para que les afectara. Como nos tiene acostumbrados, Julio Llamazares nos deja con ese sabor de boca peculiar que nos queda tras la lectura de un buen libro.

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