Cuando se falló el premio Nóbel de literatura de este año, muchos de nosotros conocimos el nombre de esta autora bielorrusa, de la que desafortunadamente muy poco podemos leer en castellano. Esperamos que en breve contemos con la traducción de gran parte de su obra, ya que estamos ante una escritora de enorme talento capaz de expresar sentimientos muy complejos. Svetlana Alexievich (Stanislav, Bielorrusia, 1948) es una prestigiosa periodista, escritora y ensayista cuya obra se ha caracterizado por su crítica hacia las estructuras más rancias de la antigua Unión Soviética y su influencia y consecuencias sobre sus habitantes. Se licenció en periodismo en la universidad de Minsk, y ha desarrollado su actividad en este campo en diferentes periódicos de su país. En el terreno literario, Ha creado su propio estilo mediante lo que ella denomina "novelas de voces". Se trata de darle la palabra como narrador a los ciudadanos de "a pie", los mismos que han sido silenciados de forma reiterada durante décadas de férrea represión desde el estalinismo y hasta la caída definitiva del bloque comunista soviético. Ha recibido numerosos galardones, entre ellos el Premio Nacional del Círculo de Críticos de Estados Unidos en 2006, por la obra que vamos a reseñar a continuación. De hecho, Svertlana Alexievich sonaba como firme candidata al Nóbel desde hace varios años.
"Voces de Chernóbil" (Siglo XXI, 2006) fue publicado en su país en 1997, coincidiendo con el décimo aniversario del desastre nuclear que asoló grandes zonas colindantes a la central de Chernóbil y provocó nubes radioactivas que envenenaron una parte importante del territorio europeo. Mucho se ha escrito sobre el accidente. En pleno proceso de cambio social bajo el mandato de Gorbachov, La URSS demostró el profundo asentamiento de sus valores estalinistas mediante un tratamiento de silencio, mentiras y sacrificios humanos reiterados para tratar de controlar un accidente de tal magnitud que escapaba de su control. Sin embargo la obra, como la propia autora describe, no pretende hablar de las causas del accidente, sino dar voz a aquellos que sufrieron, siguen sufriendo y sufrirán las consecuencias de el desastre. Nos encontramos ante una serie de monólogos y reflexiones realizados por campesinos, físicos, vecinos cercanos a la central, "liquidadores" que fueron reclutados para las primeras tareas de limpieza, firmando así su sentencia de muerte, sus esposas e hijos, maestros, periodistas, fotógrafos. responsables del partido en la zona... En definitiva, seres humanos que vieron trastocadas sus vidas para siempre a raíz de este hecho. Y, de forma más terrible, que ven como se trastocarán las vidas de aquellos que les precederán durante generaciones. Nacimiento de niños con malformaciones y enfermedades, niveles de cáncer muchos órdenes de magnitud superiores a los normales, evacuaciones, pérdida de sus seres queridos, de sus casas y sus tierras... Un testimonio aterrador, desgarrador y que nos muestra una situación profundamente injusta e incomprensible. Como nos dicen algunos de los protagonistas, los habían preparado durante muchos años para la guerra. Pero nadie les preparó para una muerte que se presentaba escondida entre el cielo azul, el agua de los ríos o las cosechas que recogían en sus huertos.
Sin lugar a dudas, hacía mucho tiempo que un libro no me había conmovido tanto. Algunos de los testimonios, sobretodo aquellos que nos narran como un amor casi infinito estuvo presente sin descanso durante la destrucción, terrible y agónica de los seres queridos, me afectaron hasta hacer brotar lágrimas de tristeza y de rabia. Como la propia autora ha comentado en alguna ocasión, se trata de un descenso a los infiernos humanos, los que nos rodean, mucho más cerca de lo que queremos aceptar. Desolador, desgarrador y maravilloso libro. De esos que deberíamos leer para comprender y aceptar muchas cosas. La calidad de la prosa es, simplemente, magistral. Espero con enorme impaciencia la traducción del resto de la obra de esta escritora, que me ha llegado hasta lo más profundo.
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