Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) es uno de los grandes novelistas españoles de las últimas décadas. Licenciado en Derecho y con estudios de Sociología, ejerció de abogado para un banco y de traductor en la ONU antes de volcarse completamente en su carrera literaria. Su primera obra, "La verdad sobre el caso Savolta" (1975) lo lanzó a la fama, y es considerada por muchos como la primera gran novela de la transición democrática. En 1978 publicó "El misterio de la cripta embrujada", obra en la que hace su aparición el personaje sin nombre, delincuente de poca monta y pendenciero que sobrevive a fuerza de "echarle morro y paciencia" y que actúa como detective. Este personaje daría lugar a una pentalogía de libros protagonizados por el mismo protagonista, llenos de humor e ironía, el último de los cuales es el que vamos a reseñar hoy. En 1986, Eduardo Mendoza publicó "La ciudad de los prodigios", considerada su obra cumbre, y de la que muchos pensamos que es una obra capital de la narrativa en español de los últimos años.
"El secreto de la modelo extraviada" (Seix Barral, 2015) es la última obra publicada por el autor hasta la fecha, y la quinta que tiene como protagonista a un personaje sin nombre, pequeño delincuente sin malicia, que se ve envuelto en situaciones a menudo absurdas y que le sirven al autor para realizar una crítica mordaz de la sociedad, en este caso de la alta burguesía catalana acostumbrada a la impunidad por cuestiones económicas e históricas, tema muy de moda en nuestros días. A raíz de un incidente en la calle cuando se dispone a entregar un pedido de comida china, nuestro personaje rememora unos hechos acaecidos veinte años atrás en que se vio involucrado en el asesinato de una joven modelo. El caso no era más que una cortina de humo para tratar de enmascarar una trama de fraude fiscal planeada por un grupo de influyentes empresarios del mundo financiero de Barcelona, que tratarán de "cargarle el mochuelo" a nuestro protagonista. En la segunda parte del libro, que ocurre en la actualidad, se desentrañarán los flecos que quedaron sueltos en toda la historia. Todo ello aderezado con una serie de personajes en muchos casos hilarantes y absurdos que sirven de marco de referencia para realizar una crítica irónica y profunda al funcionamiento de muchas cosas.
Leer a Eduardo Mendoza siempre es un placer. Su prosa es directa, ágil y de fácil lectura. Su humor es inteligente y está cargado de mucha "mala leche" escrita entre líneas. Se trata de una novela muy divertida, que se lee rápidamente y que arrancará más de una carcajada a lo largo de las situaciones surrealistas a las que se enfrenta el personaje principal, que, por cierto, no tiene un pelo de tonto. Para leer una novela bien escrita y pasar un buen rato, recomiendo esta opción sin dudarlo.
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